jueves, 22 de mayo de 2014

BAJO MIS PIES: Carta 05. Km 4. “Superficies”


Querida Iolanda,
La infancia, la adolescencia. Ese viaje en el tiempo no es para quedarse, es para recuperar ciertas esencias que perdemos por el camino. En momentos de cambio la decisión es un acantilado. La vista es hermosa pero todavía lejana. Asomarse es el miedo a caer. En la infancia tomamos las decisiones por impulsos de felicidad: quiero esto porque me reporta felicidad. Y lo hacemos. O lo pedimos con insistencia. Mi mirada hacia atrás parte un poco de ahí, del tomar decisiones con el corazón. Cada etapa nos deja una capa bajo la piel que ahora enseñamos. Recuerdo la imagen de un gráfico en un libro de texto. Las capas bajo la tierra y recuerdo el día que en una excursión vi una montaña a la que se le veían las tripas y ahí estaban las capas. Las capas bajo nuestra piel. Como el lenguaje que también las tiene: adstrato, sustrato. Lo que las lenguas aportan y reciben del contacto con otras lenguas. Esos somos nosotros: capas, lenguas, tierra. Pero algunas de esas capas no nos pertenecen. Son impuestas, son doctrinas, es moral disfrazada de bienestar, son limitaciones en cierto modo. De ahí que ande hacia atrás, para advertirme de que eso no es mío y soltarlo.
Y efectivamente, somos hoy y futuro. Me acordé ayer cuando salí a correr y pasé por delante de este cartel electoral que te adjunto. No hablaré de política porque ahí no encontraré mi futuro. Pero es curioso como cuando uno intenta encontrarse, encontrar su verdad, le rechinan los dientes con la hipocresía y la falsedad. Los que hemos andado con los jodidos, con los que menos tienen, este cuento y este invento que nos intentan hacer creer tiene que ver poco con el futuro.

Caminamos acompañados, corremos acompañados. No ha habido día en el que salga a correr y no coincida con alguien que hace lo mismo. Elegimos o nos llega la soledad. “Tengo una soledad tan concurrida”, escribía el bueno de Benedetti. Me encantaron tus explicaciones sobre la soledad del corredor. Y me preguntabas sobre si sabemos o no estar solos. Ya Benedetti ha contestado por mi en parte. Creo que hay más miedo que soledad. Miedo a verse, miedo a saber que hay parte de nosotros que no nos gustan, que no sabemos qué hacer con ellas. Tiene que haber voluntad de ver y voluntad de cambio. Es más fácil aislarse. “Soledad aquí están mis credenciales”, cantaba Jorge Drexler.
 "Soledad, 
aquí estan mis credenciales, 
vengo llamando a tu puerta 
desde hace un tiempo, 
creo que pasaremos juntos temporales, 
propongo que tu y yo nos vayamos conociendo. 

Aquí estoy, 
te traigo mis cicatrices, 
palabras sobre papel pentagramado, 
no te fijes mucho en lo que dicen, 
me encontrarás 
en cada cosa que he callado. 

Ya pasó 
ya he dejado que se empañe 
la ilusión de que vivir es indoloro. 
Que raro que seas tú 
quien me acompañe, soledad, 
a mi, que nunca supe bien 
cómo estar solo.

En otro orden de cosas, pienso en los  días en que las piernas no van, días en que la cabeza no va. ¿cómo conseguir ese proceso progresivo de resistencia?. He notado en estas semanas cómo afecta la alimentación a la resistencia. Depende del alimento que le hayamos dado, el cuerpo reacciona de una manera o de otra. Me gustaría saber más sobre eso, sobre tus hábitos de alimentación referente al running.


Poco a poco voy ganando en constancia. Quien me conoce sabe que hasta la fecha no he sido especialmente constante. Me he pautado tres días a la semana como fijos en mi organización actual. Los voy cumpliendo. Hace unas semana estuve 4 días sin correr y lo noté. Noté la falta de ritmo. Noté que la distancia que recorría la hacía ahora con más dificultad. Tuve un amago de pensar en fracaso. Sólo es un retroceso, acabé por convencerme. La vida es igual, pensaba mientras notaba que mis piernas me decían que en nuestros procesos personales avanzamos y retrocedemos también. De ese retroceso aprendemos una enseñanza para lo que está por correr.

Mientras corro me vienen temas a la cabeza para contarte. A veces los olvido. Me propongo llegar a casa y apuntarlos pero me olvido de eso también, ocupado en acabar de estirar y relajar – normalmente si tengo tiempo hago un poco de meditación después de estirar- , y claro, ducharme. Ahora me viene a la cabeza una sensación que experimento todos los días que salgo: el cambio de superficie. Me explico. El circuito por el que corro tiene 2 partes diferenciadas: una primera parte señalizada que recorre una pista de tierra y la otra parte que completa la vuelta a las instalaciones de Can Dragó (una pista de atletismo, un parque y un campo de golf urbano). Sé que conoces la zona, pero lo explico porque tengo la sensación de que alguien más nos lee. Pues bien, yo acostumbro a hacer la vuelta entera y eso implica cambio de superficie. Correr por la tierra me gusta. Me siento cómodo, cuando el circuito finaliza y cojo la curva entro al asfalto, a la acera en forma de paseo (que a su vez tiene dos tipos diferentes de adoquines que escojo según criterios dispares). Noto como el contacto es totalmente diferente y siempre noto que me cuesta más el cambio, que el cuerpo se tiene que adaptar. Esa simpleza me llamó la atención. Y pensaba de nuevo en clave de metáfora. ¿por cuántas superficies al cabo del día, de la semana, de la vida, tenemos que pasar en el mismo ejercicio de vivir? Todas son importantes, todas forman parte del camino, y a todas tenemos que adaptarnos. Familia, trabajo, amistades, parejas, ocio. Distintas superficies en la carrera por la plenitud.

Con este pensamiento lo dejo por hoy. Pospongo temas pendientes de la última carta porque hay momentos en los que uno no quiere conectar con ciertas cosas. Y hay que escucharse.

Seguimos adelante.
Te mando un abrazo

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