Querida!
De
nuevo acudiendo a esta cita semanal con ilusión. El vértigo del
pasado. El equilibrio entre lo que fuimos, somos, estamos queriendo
ser y lo que seremos. El cambio constante. Tienes razón: es
personal, protagonizado sólo por nosotros, y acompañados por
circunstancias, personas y sucesos que te ayudan al cambio.
Ciertamente estas cartas desatan los recuerdos. Añoro
aquellos tiempos de descubrimiento personal y social, de falta de
responsabilidades adultas – ahora me sobran todas, o casi todas.
Viviría en un camino constante hacia la infancia, pasando de nuevo
por la adolescencia, haciendo noche. Y cuando me pongo así de
nostálgico consulto una cita de Lewis Carroll donde dice: “¡Qué
pobre memoria es aquélla que sólo funciona hacia atrás!” Y
entonces aprieto inconscientemente el paso y sigo corriendo.
No
sé si te dije que estoy saliendo a correr por el exterior del
Circuito de Can Dragó. Al haber un itinerario marcado puedo calcular
fácilmente el recorrido a golpe de ejercicio básico matemático,
accesible incluso a mi corta capacidad para la materia. Mentalmente
la distancia tiene un poder importante en todo. No sólo por su
objetividad física. Todo recorrido la tiene. Da igual hacia dónde.
Cualquier desplazamiento nos hace atravesar una distancia mental. No
es lo mismo parar después de una vuelta entera al circuito (mil
ochocientos metros) que seguir hasta la fuente que, según mis
cálculos, está tres cientos metros más allá. Esos tres cientos
metros de nada, cuando se empieza, es una de las primeras victorias
de las que te hablaba en la anterior carta. Llegar hasta el punto
acordado con tu resistencia para beber, recuperar la respiración y
seguir lo antes posible. Distancia y mente. Pero para esa distancia
más importante que la meta es el camino (me
viene a la cabeza un libro que me regalara nuestro amigo común Joan
Brulles).
De esta Marathon epistolar estamos todavía
en el kilómetro 2. Apenas hemos iniciado este trayecto emocional que
nos hemos marcado y yo pienso, en mis descansos de apenas dos
kilómetros, cómo se llega a esa zancada constante sobre una
distancia de 42.195 km, y empiezo a imaginar cuál es la verdadera
lucha de un corredor. Recuerdo algunos pasajes del libro de Murakami
“De qué hablo cuando hablo de correr”. Me sorprendió leer que
el entrenamiento era piramidal, es decir, el entrenamiento se basaba
en un esfuerzo progresivo hasta alcanzar un límite desde donde ir
aflojando el mes previo a la Marathon. Algo así. Es decir, que el
cuerpo está sobradamente preparado antes de la cita pero es la mente
la que hay que gobernar con precisión para llegar al final llegado
el momento. No es que yo pretenda hacer una Marathon -mi motivación
para correr pasa principalmente por la salud, ya sabes- , simplemente
que cuando empecé a correr después de la segunda vuelta al circuito
para completar una tercera y notaba que mis piernas dudaban si
seguir o no, si era buena idea forzar y hacer una tercera vuelta –
hubo unos primeros pasos tambaleantes- me preguntaba cómo se
sentiría mi cuerpo si recorriera una distancia tan larga. Pensaba en
tus sensaciones. Recordaba fragmentos de tu libro. Me notaba horas
después cansado y mentalmente me repetía bromeando “hoy has
corrido por encima de tus posibilidades” para concluir que me gusta
mucho esto de ir aumentando el esfuerzo poco a poco y probando la
resistencia del cuerpo. Te mantiene mentalmente muy conectado con el
cuerpo.
Me acuerdo ahora del libro de Keleman: “anatomía
emocional” (te contaré el porqué de estas lecturas importantes
para un proyecto sobre cuerpo y emoción en el que ando con mi amiga
Susana). Leí lo siguiente:
“Cuando los músculos y su
función de bombeo se encuentran rígidos por el miedo o densos por
el desafío, hinchados en el falso orgullo o colapsados por falta de
apoyo, nuestro autodominio se debilita, nuestra autoestima disminuye
y nuestro conocimiento del mundo se ve afectado”
Me
pareció fascinante.
Otro recuerdo literario. Otra vez
Murakami. Tiene que ver con lo que he podido vivir al correr en un
circuito es el contacto con otros corredores – Murakami hablaba de
los parques en los que corría cuando viajaba y en la gente con la
que coincidía. Cuenta anécdotas sobre los que adelanta o le
adelanta en función de su rendimiento ese día. Varios son los que
me han ofrecido la posibilidad de salir a correr con ellos y mire
usted qué cosas que a mi me da vergüenza. Imagino que lo veo como
una parte muy íntima la de correr, un diálogo con el cuerpo tan
íntimo que no admite testigos. De nuevo el running nos sirve otra
metáfora en bandeja. En este proceso vital, en esta lucha mental, en
este recorrido, este objetivo anhelado la lucha es nuestra, es decir,
lleva nuestro ritmo, personal e intransferible. Algunos corredores te
pasan a velocidades insultantes, sientes cómo te rebasan, levantas
la vista de tu cansancio y los ves alejarse con envidia sana, más
adelante, siempre vigilante de llevar un ritmo constante, llegas a la
altura de otra persona que te sirve de referencia por un tiempo, y te
sirven de espejo para valorar tu ritmo, si se ha acomodado al suyo, o
bien puede seguir avanzando (y sobrepasando) al otro para respetar tu
propio proceso. Que te adelanten y no querer seguir ese ritmo que te
asfixiaría cien metros más adelante, ser consciente de tus
limitaciones y tus capacidades, estar atento, escucharse, afinar de
oído.
Y yo que hago siempre –
por el momento – el mismo recorrido envidio lo que me cuentas de
las ciudades y lugares donde has corrido. Qué maravilla!! Sabes que
hice caso de tu recomendación de llevarme las zapatillas a mis
vacaciones. Tuve la oportunidad de correr por una Córdoba hermosa y
llana, resonando su empedrado, y salir por una de las puertas de la
muralla, atravesando el jardín de Los Poetas. Y días después
correr junto a los dos ríos de Granada: el Dauro y el Genil. Sentir
el Genil bramando a mi derecha y no poder más que parar a meditar un
rato junto a su fuerza anocheciente. Y el Dauro a tramos
escondido frente a la colina del Sacromonte, por un camino también
llamado de Los Poetas, a escasos metros de lo que fuera mi casa
durante algunos años.
Correr la distancia y la memoria a la vez.
Eso no tiene precio.
Creo que hoy lo voy a dejar aquí. Me
gustaría hablarte otro día de mi propia experiencia con el cáncer.
Algo sabes ya. Pienso a menudo en tu libro cuando corro y sé desde
dónde está escrito. Te hablaré del vínculo emocional con Afanoc y
con sus trabajadores, gente admirable en lo profesional y en lo
personal. Te felicito por ayudara a esta asociación con los
beneficios de tu libro.
Seguimos. Tenemos una meta y tenemos
un camino.
Que tengas una buena semana!!!
Besos
Ventu
Nota:
La foto que te mando hoy es una captura de una película “Encuentro
con hombres notables” basada en la vida de Gurdjieff en la que
pensaba ayer mientras corría. Recordaba la frase basada en el inicio
de la película donde se ve cómo los habitantes de una tribu se
reúnen una vez al año en mitad de las montañas para ver quién de
ellos es capaz de hacer vibrar las piedras con su música. Pensaba,
mientras giraba la curva y entraba en lo que sería mi recta final,
si esas piedras, si esas montañas de roca, no éramos nosotros, y si
esa música única, inimitable, no somos nosotros también en
búsqueda de la armonía. Qué cosas se piensan mientras se corre.
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