Querida Yolanda. Esta carta llega hoy a
San Francisco. Hace ya unos días que tuvo lugar la maratón y por lo
que pude ver la cosa fue muy bien. Habéis sido finalmente
“finishers” aunque mi admiración empieza en el simple hecho de
ser “starter”. He podido ver vuestras caras en algunas fotos. La
ilusión en la previa a la cita y las mismas caras ilusionadas
durante la carrera. La satisfacción final, el orgullo. Insisto en mi
admiración y creo que con algo ya de conocimiento de causa. Las
fatiguillas que paso yo para correr distancias mínimas me hacen ver
la dificultad enorme para recorrer más de 42 km. Me pregunto –
espero que cuentes en tu próxima carta las vivencias desde dentro –
cómo ha sido tu carrera, vuestra carrera. Me pregunto también desde
mi escaso aguante si en una maratón uno se para, si en algún
momento se detiene a respirar intensamente, a hidratarse, si uno
puede permitirse ese lujo o no entra dentro de los cánones
maratonianos. ¿Qué sucede en la cabeza durante 42 km? Realmente me
impresiona vuestra fuerza.
Vi también algunas fotos de los
días previos. Me gustó la historia del runner que corre por la
causa de los “homeless”. Me recordó la mirada de un chico en la
misma situación que bajo una barba larga y descuidada y una mirada
hundida y débil, me observaba cada vez que en mi recorrido pasaba
corriendo por delante del banco donde veía pasar las horas. Nos
miraba a todos pasar. Me hubiera encantado preguntarle qué pensaba
de nosotros, esos tipos y tipas que pasan sudando una y otra vez sin
aparente motivo. Son esos contrastes que de repente alguien ilumina
para que los veamos.
Hay otros momentos, cuando voy a correr,
en la previa y en el camino a casa donde también suceden cosas
interesantes y forman parte del ritual de salir a correr. Un camión
tenía pintado en la parte delantera una frase que me sorprendió. No
era un dibujo de un águila, no era el nombre de la mujer, de las
hijas, no era un dibujo sexista, era un simple frase: “Vive la
vida. Sé feliz”. Lamentablemente no llevaba el móvil encima
para poder haberle hecho una foto pero me hizo llegar a casa
sonriendo. En ocasiones, en lo más sencillo, encontramos el mensaje
más profundo.
Hay dos espacios que también me
fascinan de los veranos. El antes y el después del agua en una
piscina. Es algo que de una manera u otra hemos vivido todos en muy
diversos lugares y circunstancias. Sabes que paso por delante de la
piscina de Can Dragó cuando corro. Las veces que he ido temprano,
antes de que abran, el agua tiene ese compás de espera. El sol que
empieza a caer cada vez con más intención va dejando un reflejo
interesante. Todo el mundo dentro del recinto se mueve con suavidad,
como fruto de un respeto mágico por el agua y el silencio que
observan y aguardan. Los aspersores de riego suenan como grillos de
fondo. Es probable que no sea más que sueño.
El otro momento es
cuando salgo a correr tarde y la piscina está ya cerrada al público.
El agua es entonces el descanso del guerrero, los restos de la marea,
un movimiento que busca el reposo, la paz. Una tregua con los cuerpos
ajenos que invadirán al día siguiente de nuevo la intimidad. Pensar
cosas así me ayuda a correr. Escribirlas y reinventar una realidad
me divierte mientras corro. Escribir mientras se corre. Pensar en las
sensaciones del agua como propias. Crearme una metáfora de agua para
mi vida: lanzar una piedra a mi reflejo y esperar a que el agua se
calme para mostrarme diferente, saber que ya no soy el mismo. Escribí
algo así no hace mucho. Pero hoy por causalidad o casualidad vino a
mi este poema de la grandísima Chantal Maillard:
De
su libro "Hainuwele"-:
Todos
tienen algún objeto precioso que ofrecer...
Todos tienen algún
objeto precioso que ofrecer:
un cuenco de agua negra en que
mirarse,
la piel recién curtida de un leopardo,
un hijo o un
potro amado por los vientos.
Pero yo nada tengo:
cuando quiero
mostrar tu reflejo en mis manos
te pierdo, y otra noche
infinita
comienza, pues al perderte ni siquiera yo
me
pertenezco.
Es verdad que cada vez más siento
respeto por el agua. Transmisora de información, de vibración.
Desde que viera un documental y leyera
un libro de Masaru Emoto mi relación con el agua ha cambiado. Este
científico japonés fotografiaba el agua después de congelarla y
comparaba su cristalización en función de las frases o músicas a
las que había estado expuesta. Los resultados son sorprendentes. Te
invito a verlo. Como aprendizaje saqué que es importantísimo la
manera que hablamos de nosotros y de lo que nos rodea, de nuestro
mundo. Nuestro cuerpo, formado por más de un ochenta por ciento de
agua, transmite la vibración de lo que decimos, de lo que pensamos.
De ahí la importancia de detenerse a escuchar cómo hablamos y
evitar en la medida de lo posible, esas frases que nos autolimitan,
nos encarcelan, y nos proyectan como algo que no queremos ser. El
lenguaje es una herramienta maravillosa que encierra algunas trampas.
Como en todo lo que hacemos, conviene estar despierto, participar de
la lengua. Decir pensando. Pensar lo que se dice. Somos como nos
contamos. Respirar conscientemente te devuelve el cuerpo. Hablar
conscientemente te ayuda a quererte mejor.
Espero tu próxima carta el primer
jueves de septiembre. Acumularemos kilómetros en agosto y volveremos
a la carga con nuevas experiencias vividas. Tengo ganas de ir al
sur. Allá vuelvo a lugares que no tiene espacio físico. Son esos
lugares asociados a un sabor, a un recuerdo infantil. La luz, los
olores, los sabores. Cambia todo en el sur. Mi tío desde la infancia
sigue inventándose noticias de un periódico que sostiene y no sabe
leer, y me cuenta historias de riadas e inundaciones, para acabar
diciendo “conocí y pude contar”, que sin duda será el título
de algún libro mío.
Miro rápidamente atrás. Estas 15
cartas, estos 14 km ya corridos. Te agradezco que propusieras hacer
algo y celebro que lo convirtiéramos en esto. Para el 2015 creo que
me propondré hacer una carrera pequeña, de esas de 5 km o así. El
otro día se me pasó por la cabeza la satisfacción de hacerlo
porque implica preparación y constancia. Es buena señal. Veamos que
sucede. Septiembre esta lleno de retos: empezar a poner en marcha
todo lo que estoy aprendiendo de fotografíaterapéutica. Tengo dos
nuevos proyectos en mente: uno tiene que ver con la visualización de
la mujer en la sociedad (cuento contigo para este proyecto) y otro
con una revisión, 20 años después, del barrio de Torre baró a
través de fotografiar a educadores y los que fueran niños para ver
en qué momento está el barrio, los chavales y nosotros. Ya te iré
contando.
Disfruta del verano y espero leerte muy
pronto. Descansa, entrena y disfruta de esa buena compañía a tu
alrdedor.
Un abrazo
Ventu
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