Solsticio
de verano. El sol en lo más alto. La tierra se inclina ante el
astro rey para recibir su máxima luz. Sin embargo llega la noche más
larga. El fuego en las hogueras purifica nuestras almas. Es momento
de reflexión en el calendario. Quemamos las hojas del almanaque
corporal, repasamos lo hecho, tomamos nota de aciertos y errores,
para re-conducir después del descanso del guerrero, del cansancio de
la guerrera.
Es curioso cómo ordenamos el tiempo
en ciclos. Me viene a la cabeza cuando decidíamos el momento ideal
para que una niña volviera a su casa estando trabajando en el centro
de menores. Nuestra mente cíclica, estacional, pensaba en el periodo
vacacional, pensábamos estacionalmente y aquel asesor que vino a
orientar el proceso nos hizo ver que daba igual cuándo si ella
estaba preparada. Los adultos pensábamos en ciclos y los niños se
limitaban a vivir los días porque sus problemas no entendían de
temporalidades.
En este sentido estacional me llama
mucho la atención las noticias sobre los comedores abiertos durante
el verano. El debate lo focalizan en si darle publicidad o no, si la
pobreza debe ser visible o no, si incomoda o nos la trae al pairo.
¿quién va, de una vez por todas, a encarar los problemas con
humanidad? ¿qué nos impide transformar la sociedad en algo más
justo? ¿Qué gen ha mutado hacia la ceguera crónica, hacia el
acomodo? Los telediarios nos convierten en cierto modo en
expectadores de la vida. Vemos al realidad desde casa y eso nos
permite estar fuera cuando lo deseamos. Ahora, con un sms, podemos
salvar vidas desde casa. No es una crítica. Me parecen muy
inteligentes quienes a sabiendas de la comodidad en la que vivimos
usa estos recursos para poder llevar adelante sus proyectos
-adaptación al medio- pero el cambio verdadero es otra cosa, implica
movimiento y tiempo. Tendríamos que mojarnos, que para eso es
verano. Yo el primero.
Y hablando de mojarse, es la hora del
primer baño, de la primera inmersión en el mar tan purificadora
siempre. Simbólicamente el baño en el mar desaloja malas energías
y tiene esa función de limpieza y renovación. Como el
fuego.
Ahora te tocará descansar merecidamente. Y claro, tú
eres de las que descansa corriendo marathones. San Francisco te
espera en poco más de veinte días. Cuántas veces habrás estado
ya corriendo en sus calles en estas jornadas de entrenamiento,
proyectando sensaciones. Me gusta mucho eso que cuentas de que
algunos entrenamientos difíciles en estos días te servirán para
entonces. Nos pasa a menudo, en esta sociedad de la inmediatez, que
somos poco dados a la inversión. Nos cuesta esforzarnos para un
resultado que no sea inmediato. En procesos largos de cambio – esas
otras marathones- hay días duros cuyo resultado se aprecia meses
después.
No he estado en Estados Unidos. Quiero
recorrer algún día el Nueva York que vio Federico García Lorca, el
de Juan Ramón Jiménez. Además, ahora que la marathon de Nueva York
tiene el premio Príncipe de Asturias. Me detengo en la escritura y
voy a la estantería. Cojo uno de mis libros preferidos, uno de mis
tesoros personales, el Epistolario Completo de Lorca de Cátedra a
cargo de Anderson y Maurer. Busco las cartas que desde Nueva York
escribiera Lorca en el 29, año de otra de las grandes crisis, y las
releo:
{Nueva
York}8 de agosto {1929}
“Queridísimos
padres y hermanos: Van pasando mis días neoyorquinos con gran
serenidad y yo creo que con buen aprovechamiento. Empiezo a entender
algo (muy poco), pero voy traduciendo y creo que daré al fin la
battala al inglés.
También
empiezo a escribir, y creo que cosas que valen la pena; ahora bien,
que desde luego no quiero publicitar nada hasta que estén bien
acabadas y hechas. Son poemas típicamente norteamericanos, con
asunto de negros casi todos ellos. Creo que llevaré a España dos
libros por lo menos (…) Me interesa mucho Nueva York y creo que
podré dar una nota nueva, no sólo en la poesía española sino en
la que gira alrededor de estos motivos.”
y como no puede ser de otra manera
releo el poema “Los negros”. Norma y paraíso de los
negros:
(…)
odian la flecha sin cuerpo / el pañuelo exacto de la despedida / la
aguja que mantiene presión y rosa / en el gramíneo rumor de la
sonrisa (...)
Y ya después de esto, poco puedo
seguir escribiendo. Sólo decirte que voy a tener que cambiar la
periodicidad de las cartas. Salgo a correr más veces la semana que
me toca responder a mi. Supongo que estoy más conectado con las
sensaciones. Estoy condenado a no dejar de escribirte cartas. La
semana pasada, por diferentes motivos, salí a correr poco. Ayer mi
cuerpo era un armario empotadro con piernas. Se movía con pesadez y
una bisagra gigante se alojaba en mis riñones. Fue duro completar
una primera vuelta al circuito. Ya en la segunda, el cuerpo entra en
calor y la musculatura adopta formas cómodas, el oxígeno de la
respiración completa su circulación y llega hasta las piernas.
Entonces se empieza a sudar, se oyen los gritos de los niños que
están en la piscina del barrio, se sabe que es verano.
Un
abrazo y felices entrenamientos.
Ventura Camacho
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