Hola Iolanda!
A
este ritmo nuestro semanal llegamos a la carta número 13. Es el km
12. Ambos números me traen a la memoria algo que leí sobre otro
ciclo del tiempo: los ciclos de la luna. Nuestro calendario lunar se
basa en 12 lunas, pero otros calendarios, como el olmeca o el maya,
se basan en el número 13. Este ciclo simboliza la
transformación del ser humano. Los olmecas le llamaban el
apostolado, y el camino o sendero de la luna donde estaba el secreto
de los nueve caminos del inframundo, y cómo acceder a ellos para
lograr la transformación espiritual. Ser caminante de dos mundos, el
camino de la vida eterna, el despertar de la conciencia. Siempre la
luna tan presente en nuestros procesos vitales regulando nuestras
mareas personales. Camarón cantaba por bulerías aquello de “luna,
¿tú no estás cansada de girar al mismo mundo?” y acaba diciendo
que aquello de que “ná es eterno”. Un sabio.
Este
fin de semana estuvimos tocando con el grupo en un pueblo de Huesca,
en Campo – muy cerca de Benabarre (seguro que este nombre nos es
más familiar a ambos), junto a un río, en un festival solidario por
el Sahara: Colour Rice Festival. Se pagaba la entrada en colores y
arroz para enviar al Sahara. Después de tocar nosotros, siguieron
tocando otro grupos hasta el amanecer. Hubo un momento en que pude
conectar con la rotación de la tierra y el movimiento lunar. La luna
que, horas antes estaba a la izquierda del escenario, ahora me
sorprendía a la derecha, sobre el río, iluminando y reflejándose
en él. Amaneció y el valle seguía ahí, como un anfiteatro
natural. Una amiga de la zona comentaba que a ella no le sorprendía
esa belleza. Yo le dije que aunque la mirada se acostumbre, eso no
varía la belleza de las cosas, su verdadera esencia. Quizás,
reflexionamos, hay que educar constantemente la mirada para que no
deje nunca el asombro. Y claro, esto lo aplicamos a todo lo que
vemos, sentimos, con quienes convivimos y compartimos valles.
A
parte de estar en la luna, pienso mucho en cómo corre la gente.
Algo ya te habré dicho. Juego a ver maneras de ser reflejadas en la
manera de moverse al correr. Aquel hombre que rondaba los sesenta
pasó frente a mi a una velocidad envidiable. Se movía ligero y
firme, aparentaba seguridad en lo que hacía, concentración,
esfuerzo consciente. Yo envidié la fuerza y potencia de su cuerpo.
Aquel otro chico, sin embargo, se movía descompasado, quizás
desconfiando de sus posibilidades y probablemente malgastando una
energía valiosísima. Aquella otra chica tenía un ritmo firme y
seguro pero su rostro tenso y su mirada llevaban tristeza. Creo que
yo también corro como soy. Voy despacio y he aprendido a economizar
energía en el movimiento del cuerpo. Aprendo a correr de la misma
manera en que se aprende a vivir de otra manera. Si don Antonio
Machado hubiera sido runner, si se me permite la broma, hubiera
escrito aquello de “se hace camino al correr”. Me cuesta imaginar
al bueno de don Antonio corriendo a orillas del Duero. Pero tampoco
me imaginaba a un servidor en tales circunstancias hace unos meses...
Quizás habría que organizar una carrera de poetas, a ver qué pasa.
Corría el otro día pensando en los
estados de ánimo. Hacía balance de mi manera de correr en función
del estado anímico. No descubriré nada nuevo si digo que llegué a
la conclusión de que el nerviosismo y la preocupación paralizan el
cuerpo y bajan el rendimiento mental y físico. Son los días que
menos he corrido. Sin embargo, el enfado y la alegría son motores
muy diferentes, dos activos opuestos. Ambos generan una fuerza motor,
movimiento.
Me preguntabas por el verano. Este
verano mi Consejo de Ministros mental, en el último pleno, decidió
aplicar una serie de medidas restrictivas en lo que a vacaciones se
refiere. No le quisieron llamar recortes y prefirieron recurrir a
eufemismos: reajustes, restricciones, freno a la inversión. Pero a
la vez se decidió que uno puede cambiar de aires a lo low cost.
Decidí que me iría a Extremadura, al pueblo de mis padres. La
intención es cambiar de aires y seguir trabajando en el proyecto que
traigo entre manos de fotografía terapéutica. Lo curioso es que
cuando pensaba en ir ya pensaba por dónde iría a correr. Quién me
ha visto y quién me ve! Hay un ermita a unos 3 o 4 km del pueblo que
tiene una distancia perfecta para los km que estoy haciendo en la
actualidad. Ahora estoy trabajando la motivación aumentando la
carrera continua. Hasta ahora iba basándome en dar vueltas al
circuito y parando. Ahora estoy motivado para ir aumentando la
resistencia a correr más tiempo seguido. Poco a poco.
Gracias
por acordarte en la exposición del Tate Modern sobre “Sueño y
poesía”. Londres es una ciudad apasionante. Junto a la modernidad,
dinamismo, mezcla, recuerdo un rincón especial: el teatro “the
glove”, donde se representaban las obras en época de Shakespeare.
Recuerdo con mucho cariño aquella visita.
Te dejo una frase del mismo Shakespeare sobre el tiempo para despedirme. Espero que sigan bien tus entrenamientos y disfrutes del calor que ya va asomando.
Un abrazo Ventu
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