El ser humano tiende a evaluar todo lo que hace y todo lo que le rodea. Este es un gran ejercicio madurativo si se hace desde la reflexión y la serenidad. El problema aparece cuando siempre evaluamos en comparación a los demás, buscando erróneamente el sentimiento de sentirse bien cuando nos sentimos superiores a los otros. Pensamos que la debilidad del otro nos hace más fuerte. Nos evaluamos pensando que todo a nuestro alrededor debe funcionar como nosotros creemos y esto hace que tengamos una visión equivocada del mundo con el cual interectuamos. A esto yo le llamo la evaluación horizontal, porque la hacemos hacia lo que nos rodea, sin autoevaluarnos lo suficiente y muchas veces no es real ni justa. No todo lo que nos envuelve tiene la culpa de lo que nos sucede.
Yo apuesto más por la evaluación vertical, aquella que une nuestra cabeza con nuestro corazón, sin salir a fuera antes de saber quién somos, qué queremos, y cómo trabajamos por ello. Esta nos permite conocer nuestras habilidades y debilidades, saber qué deseamos, qué hacemos bien, qué aportamos a todo lo que hay en nuestro alrededor y qué restamos. Esta nueva forma de evaluar nos permitirá, en primer lugar, mantenernos en nuestro eje, en equilibrio. Si yo sé y hago lo que creo que es correcto todo es más fácil, todo fluye. Después vendrá mirar hacia fuera, analizar, implicarse, discutir... pero seguro que ya lo haremos de forma más realista y justa, sin buscar la comparación continua. Evalua para crecer, no para destruir.
Buena semana a tod@s!
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