jueves, 19 de junio de 2014

BAJO MIS PIES: CARTA 9. Km 8: “Te llaman porvenir porque no vienes nunca”


Hola Iolanda!!
Antes de sentarme a escribir la respuesta a tu carta te releo y anoto las ideas que me vienen a la cabeza. Estoy disfrutando mucho de este diálogo y de este intercambio de visiones vitales. Todas las visiones se complementan, todas son válidas. Aprendo en cada carta. Gracias.

Te leo cuando te preguntas y me preguntas: ¿Son los juicios y prejuicios siempre negativos? Y añades que no deberían serlo. Yo también creo que no deberían serlo, pero en ocasiones lo son, y nos limitan.  Eso creo yo. Parte de esas creencias limitantes se gestan en la infancia y nos acompañan el resto de la vida, si no hacemos nada para impedirlo. Y eso me lleva a la palabra “responsabilidad” que tan bien explicas. Educación amorosa y responsable, de los padres y de los educadores y maestros. Mi visión del asunto va cada vez más hacia el acompañar, hacia la educación integral, al desarrollo emocional para que se pueda dar el desarrollo intelectual. No me importa tanto qué pueda aprender un niño relacionado con la cultura y el saber, sino qué puede aprender de si mismo que le lleve a buscar conocimiento en el futuro, empezando por conocer sus emociones – tan olvidado en la escuela actual. He conocido recientemente un proyecto de escuela libre y realmente me sentí muy identificado.

Recuerdo aquellos años de instituto. Recuerdo la profesora, Ana Orta. A pesar de su carácter y de su poca devoción por los alumnos, a mi me transmitió también el amor por la poesía. Recuerdo descubrir la Generación del 27, especialmente Cernuda y García Lorca. Años después estudié en Granada el doctorado sobre Generación del 27 y la semilla estaba en esos días. Si ahora escribo poesía sea quizás también por eso, y por haber compartido con mi hermano una habitación llena de libros, por haberle visto leer siempre antes de apagar la luz. Todo son estímulos que se instalan donde no los vemos, como los limitantes.

Le daba vueltas a lo que comentas de Nadal. Me preguntaba hasta qué punto esa personalidad es suya o ha sido una presión externa la que le ha llevado a confeccionar ese carácter que todos admiramos dentro y fuera. Es decir, si es resultado natural de maduración o fruto de una educación guiada. Yo siempre me pregunto a cambio de qué, a costa de qué. Qué ha debido dejar por el camino o de qué se ha privado para estar donde está. Esto nos llevaría a hablar del concepto de lo que cada uno entiende por éxito. Desconozco su prehistoria deportiva y por eso creo que debería ser más prudente. De todas maneras, me parece un tipo encantador y como deportista un fuera de serie. Sin duda, su fuerza radica en la mente, en su dominio mental dentro de la pista. De eso hemos hablado también en el tema de correr.

He aprendido mucho del libro “La Enfermedad como camino” de Dethlefsen & Dahlke. Creo que ya lo he mencionado anteriormente, ahora no recuerdo. Habla de la relación mente/cuerpo, emoción/enfermedad. Me ha venido a la cabeza con lo de las lesiones de Nadal, y sobre todo con el fenómeno de lesiones de los jugadores más importantes del Atlético de Madrid, Real Madrid y FC Barcelona en la recta final del campeonato. Costa se rompe en el momento crucial de la liga, Messi tiene arcadas y su rendimiento baja terriblemente, Cristiano Ronaldo se rompe también. La exigencia externa y las que nos imponemos repercuten en la musculatura. El cuerpo – esto es una reflexión personal sin ánimo de que sea un diagnóstico- no puede sostener la presión y se resquebraja, como una presa de agua que no puede contener la fuerza de un río después de cinco días seguidos lloviendo o se agarrota y pierde elasticidad, rapidez, porque la mente está nublada y no se puede ver con tanta niebla. Es muy curioso. Messi celebra con rabia su primer gol en el Mundial y abre las compuertas. Deja salir de su cuerpo todo un país acumulado sobre su espalda, encima de los hombros. ¿Es eso deporte? Puede ser, pero no es el deporte que a mi me gusta.

                                                           (foto: Nápoles. Septiembre 2013)
Vida por capítulos me cuentas. Ayer salí a correr con esta reflexión en la cabeza. Siempre que corro miro a la gente, a los que corren y a los que no. Cada uno tendrá sus capítulos. Siempre me pregunto cómo serán sus vidas. En la mía, pensaba, se cumple un año de que saliera del centro de menores donde trabajaba. Mirar atrás. La memoria. Salí para cambiar de rumbo, para ganar en calidad de vida y perder en nivel adquisitivo. Cambié de trabajo y salió mal la cosa. Llegué a la conclusión que provoqué la situación, que forcé la máquina para que acabaran prescindiendo de mis servicios. Uno tiene mucho que aprender de lo que sale mal y de cuál es su responsabilidad en lo que le sucede. No basta con mirar fuera, con culpar a los demás. Aunque suene raro estoy agradecido. Agradezco este parón vital, me agradezco el haberme permitido cuidarme, sanar, para poder crear e ilusionarme de verdad, para conectar con mi deseo verdadero.
Estar en el “paro” estos meses es lo más lejano que he estado en la vida de estar “parado”. Simbólicamente salir a correr apuntaló ese movimiento físico y mental. ¿sabes?, he renunciado a ciertas cosas por el valor de seguir luchando por lo que quiero ser en esta nueva etapa. He renunciado a la comodidad de poder volver a mi trabajo anterior por seguir luchando por un camino que he abierto hacia formarme como terapeuta y trabajar con la fotografía terapéutica. No me lo perdonaría jamás si pasados diez años me descubro quejándome de no haberlo intentado. Corro riesgos. Hay días en los que tengo dudas. Días en que el proceso de cambio se hace pesado. Cuando te abres a una nueva percepción de ti mismo, a una comprensión sincera de lo que hay dentro, uno se agota en ocasiones. Ser consciente de tus limitaciones es complicado de colocar en el armario mental. Pero son los menos. Los días de satisfacción por estar en el camino que quieres, te lleve donde te lleve, son los que mueven y te hacen silbar por la calle. Esas mismas dudas se dan en el correr: Días en los que paro enseguida, días en los que me convenzo de que puedo seguir si quiero. Siempre orgulloso de seguir corriendo sin importar cuánto ni cómo de rápido.
Para coger este camino, el de atreverme a luchar por lo que creo, he querido pasar por un proceso de sanar y (re)colocar muchas cosas. Alcanzar la estabilidad y la paz interna con uno y con la vida, que permite que fluya lo demás. El mundo es el reflejo de nosotros mismos. Si nosotros cambiamos cambia el mundo. Eso lo he aprendido del Ho’oponopono.

Y puede que salga mal, pero estaré satisfecho.
Me viene a la cabeza un poema de Ángel González. Te lo dejo como despedida:
Te llaman porvenir 
porque no vienes nunca.

Te llaman: porvenir, 
y esperan que tú llegues 

como un animal manso 
a comer en su mano.
Pero tú permaneces 
más allá de las horas, 

agazapado no se sabe dónde. 
… Mañana! 

Y mañana será otro día tranquilo 

un día como hoy, jueves o martes, 

cualquier cosa y no eso 

que esperamos aún, todavía, siempre.

Seguimos hidratándonos y corriendo, querida, hacia el horizonte.

Un abrazo

Ventu
(Horizonte camino de Capri. Verano 2013)

No hay comentarios:

Publicar un comentario