A veces parece que el tiempo se pare. Se para sin pararse de verdad. Se para en medio de una multitud de actividades por hacer y te sientes diferente. Vives en el mundo, trabajas, te relacionas con los demás y a la vez parece que tu mundo se haya detenido. Es como ir sentado en un vagón de tren donde hay mucha gente, muchas cosas por hacer, muchas conversaciones y relaciones en movimiento pero tú estás ahí, quieto, concentrado, con temor por perder el equilibrio, tu equilibrio, un equilibrio que se vuelve fundamental para estar y avanzar y sobre todo para no caer.
Llevo dos meses viajando en este vagón, por elección personal, equilibrando mis fuerzas con mis necesidades personales, laborales, formativas y deportivas. Horas de trabajo, de entrenamientos, de esperas de buenas noticias, muchas de estudio, de investigación, ... Horas que te llevan hacia dentro y quizás menos hacia fuera. Sigo sentada en ese vagón, cumpliendo con todo, mirando hacia delante, mirando por la ventana y viendo todo aquello que quieres dejar atrás, aferrándote a aquello que se ha convertido para ti en algo imprescindible y sintiendo que todo va a salir bien, porque va a salir seguro.
Hoy el despertador ha vuelto a sonar muy pronto y me ha recordado que la vida en este equilibrio es una vida serena, más fácil y sencilla, sin dejar de hacer pero con un elevado grado de coherencia entre lo que eres, piensas y haces. Me aferro a lo bueno, a lo que me ofrece paz y me alejo de lo negativo, lo que no suma, lo que realmente resta. Esta es mi elección...sigo mirando por la ventana desde un vagón donde quiero estar...
Muy buena semana a tod@s!
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