Tras releer tu carta, todavía siento
el impulso del meridiano. Todavía noto el aliento del estímulo que
supone llegar a la mitad de un trayecto, el aire renovado en el que
uno se mueve cuando le cambia la perspectiva.
Siempre aparece la
imagen del horizonte cuando se habla de trayecto. Y he pensado
siempre que era una meta tan irreal como efectiva. Uno es incapaz de
llegar al horizonte. Cuando te acercas aparece en otro lugar. Algo
tiene que ver con aquello sobre lo que discutíamos de las metas
personales, de pedirse a uno mismo siempre otro horizonte, y es útil
para recordarnos que no debemos estancarnos. Algo parecido sucede con
las utopías. Quizás no haya posibilidad de alcanzarlas pero
mientras vamos hacia ellas caminamos y en el camino construimos lo
nuevo. Muy machadiano, sí.
Cantaba Battiato en L'Estación de
los amores.
ancora
un altro
entusiasmo ti farà
pulsare
il cuore
nuove
possibilità
per
conoscersi
e
gli orizzonti
perduti
non
si scordano mai
O
lo que es lo mismo: “todavía
otro entusiasmo hará latir tu corazón /una nueva posibilidad para
conocerse / y los horizontes perdidos no se olvidan jamás”.
Battiato está hablando de las etapas del amor, pero ¿Acaso las
etapas de cambio no son etapas de amor, de amor a uno mismo? Me gusta
lo de un nuevo amor como oportunidad de conocerse en el otro. Y me
encanta mis propios descubrimientos personales, el descubrirme nuevo
en mi mismo. Quererme.
He
retomado el proyecto de escribir un libro sobre la huella de Franco
Battiato en España. Es un proyecto que tiene
una forma más o menos estructurada ya, pero que requiere tiempo y
organización. No sé si te expliqué que cuando andaba diseñando
el proyecto y me había planteado con quién me gustaría o tendría
posibilidad de publicarlo, apareció una de las editoriales que tenía
en mente – la que más me gustaba – a proponerme publicarlo. Yo
no tuve que hacer nada más que desearlo. Está en ese orden de cosas
de “desea que venga lo mejor, sin expectativas, y viene en la forma
mejor para ti”. No escribo qué editorial es porque todavía no hay
nada cerrado definitivamente y pudiera ser que finalmente no
coincidiéramos en los mismos intereses, pero claro, yo proyecto ya
el día de la presentación y proyecto poder entrevistar
personalmente a Battiato.
En lo personal, tengo esa misma
sensación de estar en mitad del camino. Lo recorrido no ha sido
fácil. He tenido que desaprender muchas cosas para poder introducir
nuevos aprendizajes. Me metí en el dique seco, salí del agua,
descansé, reparé y volví. En el horizonte estaba el cambio, el
bienestar, la renovación y a medida que avanzaba se iban
incorporando y fijando nuevos conocimientos. Es un proceso, por lo
que espero que no acabe nunca.
Y en este proceso renovador –
ahora echo la vista atrás en lo deportivo - llegó también el salir
a correr. Ya había estado haciendo algo de deporte hasta que decidí
dejar de apadrinar al gimnasio al que no iba (que tenía en mi
uno de sus más desinteresados inversores) y emplear ese dinero en
otras causas. O lo que es lo mismo: dejar de pagar por no ir. (que
conste que durante una época fui y me sentó muy bien, especialmente
la bicicleta estática, el jacuzzi de la piscina y la sauna).
Recuerdo las primeras veces que salí a correr. Tenía
muy en mente las sensaciones que sentía al desplazarme. Disfrutaba
mucho al observar cómo la musculatura cambiaba, qué partes del
cuerpo interactuaban, cómo se adaptaba a lo que le estaba pidiendo y
a lo que no estaba acostumbrado.
Paralelamente el reto mental del
que hablamos mucho ya. Cómo decirle desde la mente al cuerpo que
todavía puede darte un poco más, ir conociendo poco a poco cuáles
son tus límites y posibilidades. Disfruté mucho esa primera época
de virginidad.
Dicen que si repites una actividad o
idea durante 21 días, esta pasa a convertirse en hábito. Es el
tiempo que el inconsciente necesita para asimilarlo. Mientras iba
convirtiendo correr en un hábito iba ganando fondo. Entonces entendí
lo que me parecía curioso: esa extraña dependencia que se crea en
los “runners”, esa curiosa adicción. Entendí que si al cuerpo
le das habitualmente ese placer que generan las endorfinas después
de la práctica deportiva, es normal que luego te las pida.
Teniendo asociado también el salir a
correr con la pérdida de peso se convirtió durante un tiempo –
creo haber corregido eso – en una obligación. Si no salía a
correr me sentía mal. Al aumentar el ritmo de entrenamiento ,y al
tener un calzado de mala calidad, aparecieron las lesiones.
Cambié
el correr por andar, como me recomendaste, y entonces andaba mucho,
salía más incluso que cuando corría. Como me comentaste eso me
generó un sobreentrenamiento y sobre todo me hizo perder de vista
que el deporte es disfrutar. Me di cuenta que había empezado a
correr como aliado, como una ayuda en un proceso mental y lo había
convertido en una obsesión que producía malestar y remordimiento
cuando no lo hacía. Di un giro también a eso, y paré, estuve
varias semanas saliendo muy poco, descansando la musculatura que
había sometida a lago que no estaba acostumbrada, acabando de
recuperarme de la lesión e invirtiendo en calzado bueno que me
resulta comodísimo.
Y ayer corría pensando todo esto y
sonreía. ¿cuál es el punto medio, la justa medida?, me preguntabas
en la carta anterior al hilo de la frase de mi tío Justo. Yo corría
y cantaba aquella de Battiato donde dice que busca su “centro de
gravedad permanente”. Sigamos buscando.
Cerco
un centro di gravità permanente
che
non mi faccia mai cambiare idea sulle cose sulla gente
(busco un centro de gravedad permanente
/
que no me haga cambiar nunca la idea
sobre las cosas sobre la gente)
Por fortuna, a ese centro no
llegamos nunca, como al horizonte, y cambiamos de idea a menudo
Un abrazo
Ventu
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