jueves, 8 de enero de 2015

BAJO MIS PIES: Carta 32. Km 31: Locus amoenus‏

Querida Iolanda!
Espero que hayas entrado con buena zancada en el 2015 después de ese merecido retiro en las montañas andorranas con la gente que quieres. Yo también tengo muchas ganas de montaña, de volver a hacer alguna ruta pirenaica. Quizás sea este el año. Mientras eso no sucede, voy a menudo a Collserola cuando quiero andar y hacer algo de deporte espiritual. Allí el árbol habla, la tierra se comunica. No sé bien en qué idioma pero nos entendemos. En lo alto de la colina el regalo es la perspectiva. Uno se aleja en lo físico y se aleja en lo interno. Salgo de mi y me pido silencio. La mente habla demasiado a veces. En las últimas semanas valoraba la posibilidad de mudarme y precisamente pensaba el otro día que era muy afortunado de poder plantarme en menos de media hora en mitad de la montaña cuando salgo a caminar o a correr. Es un lujo vivir a las faldas de un pulmón, uno está más cerca de la respiración.
En los últimos días he ido poniendo a prueba el talón progresivamente. El dolor va remitiendo y el cuerpo va pidiendo su dosis de movimiento. He estado saliendo a andar y probando con pequeñas carreras. Ahora es ese momento de miedo a no forzar y recaer. Seguro que sabes de qué te hablo. 

La otra mañana, en una de estas caminatas, una lengua de niebla se extendía ciudad adentro. Desde lo alto de la montaña se veía el reflejo del sol en los tejados de la ciudad. El mar brillaba en un reflejo deslumbrante. La luz, en una cortina cegadora, creaba un muro enigmático por donde se escapaban los rayos y el skyline de la ciudad aparecía entre el horror y la magia de la arquitectura. La niebla avanzaba ciudad adentro de izquierda a derecha dirección al mar, como queriendo alcanzar la orilla y como si nada ni nadie pudiera detener su empeño. Cuando bajé de la montaña bordeándola y completando la perspectiva con los 180 grados a mis espaldas, pude ver el origen de esa lengua que se extendía desde más allá de Montcada i Reixac empujada suavemente cubriendo el río Besós. Cada lado de la montaña me acompañaba con su humedad propia, con su viento propio, con su frío personal. Cuando ya casi tocaba de nuevo la ciudad, el rocío se deslizaba sosteniéndose en las hojas de chumbera que iban cumpliendo su desinteresada función evocadora trasladándome a días felices en Granada. Albaicín. Sacromonte. La ciudad era un silencio mágico. Arrancaba la mañana de Reyes.

Hay a quien no le gusta, lo comentabas en tu carta, lo de los balances. A mi sí. Es un ejercicio de revisión, de análisis. Un aprendizaje. Un poner una marca en el lugar del mapa en el que te encuentras, Al igual que la carta de buenos propósitos que es una manera de proyectar tus deseos, la toma de conciencia, el primer paso de algo por venir. Sí es eso. Un deseo es un acto fundacional.

Cómo me gustó lo del km 30. Me identifiqué con ese momento en la carrera que no he vivido pero que sí he vivido en lo personal. En procesos de cambio donde se invierte una cantidad importantísima de energía, donde por tanto hay un desgaste y también una hidratación y alimentación necesarias en el trayecto, el km 30 es una prueba para calibrar en qué momento está uno, lo que ha aprendido, las herramientas que tiene para seguir adelante, cómo administrar las fuerzas. El kilómetro 30 mide lo mismo que el 29 y que el 31 pero imagino que debe ser, en sensaciones, como si corrieras dos o tres. En la metáfora es así. Pero se sigue avanzando e imagino que ya mentalmente se corre pensando que la meta está cada vez más cerca y en lo personal aprendiendo que hay caminos que ya nunca acaban y lo que se aprende es a andar en cada tramo de manera diferente. 

Seguro que recuerdas a Manel S. El año nuevo nos ha vuelto a unir. Preparamos un proyecto juntos. Ya te contaré cuando empieza a tomar vida. Me comentaba el otro día su experiencia viviendo en Irlanda. Cómo sin saber apenas inglés se fue allá a trabajar y a probar suerte con la música. Siempre le he admirado por eso. En todos estos años lo ponía de ejemplo de gente que lucha por hacer lo que le gusta en la vida. Estábamos en el bar – un bar irlandés del centro de Barcelona – y se acercaban amigos suyos ingleses e irlandeses. Me fascinó oírle hablar en inglés con una fluidez asombrosa. Cuando se fueron sus amigos se lo dije. Me contestó una frase que me la quedo: “Ahora sé, después de haber aprendido inglés sin saber una palabra, que puedo hacer en la vida lo que me proponga”.

Cada cual tiene sus limitaciones y cada cual sus kilómetros 30. En este kilómetro 31 invito a la reflexión de cada uno, de cada una, y a felicitarse por los km 30 superados en la vida. Mientras escribo esta frase recuerdo el documental que vi hace unas semanas: “The land between”. Un reportaje sobre un campamento de hombres y mujeres de Mali que aguardan en el Monte Gurugú en Marruecos el momento oportuno para saltar esa otra barrera horrible que es la desesperación.
Las historias de años de bagaje por Àfrica hasta llegar a una valla metálica eran terribles. Al día siguiente vi una foto en internet donde me pareció ver a uno de los protagonistas en un salto exitoso de 50 personas. No puedo asegurar que sea él, y  da igual si era o no era, pero sí pensé en su muro, en sus kilómetros 30,  en toda su maratón.

Personalmente, volviendo a mis historias (pequeñitas después de ver ciertas realidades), tras haber hecho mi balance del 2014, estoy orgulloso de estar donde estoy. Agradezco las dificultades porque entiendo ahora que forman parte de mi, son aprendizaje. Por eso mismo me despido con una frase de Tanizaki que no tiene que ver con los problemas pero que creo que como metáfora nos puede servir. Está en su libro “Elogio de la sombra” donde hace una análisis de costumbres japonesas: Dice:

“contrariamente a los occidentales que se esfuerzan por eliminar radicalmente todo lo que sea suciedad, los extremo-orientales la conservan valiosamente y tal cual, para convertirla en un ingrediente de lo bueno”

Buena semana!!
Ventu

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