jueves, 19 de febrero de 2015

BAJO MIS PIES: Carta 38. Km 37: "Los amorosos"

Querida Yolanda,
esta semana me pareció oportuno dedicar el tema de esta carta al amor.  Fragmentos de San Valentín son apreciables todavía en el ambiente  ¿no crees?  Ya, no es verdad, fue flor de un día, pero es cierto que el mar devuelve en su resaca los restos del azucarado concepto del amor que en este mundo anuncio en el que habitamos se vierten al agua como anhelo  de lo sentimental fiable. Lo sentimental heredado.  Pero ahí quizás haya un peligro de naufragio, un titanic en ciernes. Y digo quizás porque la duda me pone en guardia de mis propias ideas. 

Como compramos que el sexo interesante y novedoso al parecer se llama 50 sombras de Grey, compramos que el amor es un intercambio comercial.  Nos lo venden y compramos. Como con otras muchas cosas. ¿Es más fácil que nos digan lo que es el amor o el sexo  y ejercitarlo, que descubrirlo explorándolo o inventándolo?. Creo que en el amor también hay una zona de confort importante. Si en este amor me muevo bien ¿para qué voy a arriesgarme a explorar otras posibilidades? 


Creo personalmente que es una asignatura pendiente la exploración del ego proyectado en el amor hacia el otro, nuestras herencias personales afectivas que condicionan nuestra manera de amar o de recibir el amor de los demás, lo que no es nuestro derramado sobre el otro, nuestras proyecciones e idealizaciones, la expectativa versus la construcción,  la revisión de algunos conceptos como la  entrega o anulación del individuo en la relación y una serie de tópicos que en mi opinión se centran en crear una unidad artificiosa y no una suma de individuos que se aman.
Me suena un poco a demagogia esto que digo y a generalización, que es una de las cosas horribles que hemos inventado los humanos, pero me divierte crear este debate. No me lo tengas en cuenta. Son mis dudas y reflexiones sobre el tema.

Personalmente no soy de celebrar el día de los enamorados porque no veo motivos razonables para formar parte de ese invento, sin embargo, este año…este año tampoco.  Pero algo en mi seguridad se desquebrajó por el efecto llevar-la-contraria.  “El amor se celebra cada día y no un día al año”. Ese era el argumento, a priori irrefutable. Me preguntaba quiénes de los que pronunciamos esa frase en algún momento lo celebramos el resto del año con intención, con conciencia plena – no me atrevería a decir cuántos-  por lo que la fórmula se podría reducir a “no lo celebro en san valentín y quizás  ningún otro día”; y llegué a la conclusión un poco en un último desvarío  de que San Valentín debería ser algo así como el día internacional de la defensa del pingüino asturiano, una batalla perdida para salvar el amor, para salvar a los amorosos, que decía Jaime Sabines, una lucha en la calle por la devolución del amor al pueblo en manos de los poderes fácticos.  Algo así. Decía Sabines:

(…) Los amorosos son locos, sólo locos, 
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite (…)

Quizás el año que viene todo este negocio del amor se reformule y se reivindique simplemente su uso, la práctica amorosa como causa global, como lo que está en peligro de extinción.
Desde el running hay mucho que hacer por el amor. El amor como energía que mueve, energía motor, energía como un relámpago que decía Salinas.

Yo no necesito tiempo
para saber cómo eres;
conocerse es el relámpago.

Hay una fuerza invisible en el que corre que desplaza y alienta, un sentimiento de comunión con el cuerpo y la distancia donde el pasado y el futuro adoptan la misma forma: la ilusión,  pero donde lo que realmente nos hace sentirnos vivos, lo que nos invita a repetir, es el paso de los kilómetros, lo experimentado en el durante. Sí, quizás sea eso el amor, un durante, una ilusión por salir a la carrera, un placer en la experimentación de las sensaciones durante el recorrido, una buena alimentación e hidratación, un cuidado, un entrenamiento, un estar presente en el cuerpo, un final inacabable.

Me preguntaba qué sucedería si consiguiéramos hacer las cosas cotidianas desde el amor. Cualquier gesto cotidiano desde esa energía. Yo es que me estoy volviendo muy hippie, lo noto. ¿qué sucedería si consiguiéramos amar al otro, al semejante – esto es algo muy interesante que tienen casi todas las religiones? ¿qué sucedería si amáramos nuestros problemas por lo que nos enseñan de nosotros? ¿qué sucedería si antes de enamorarnos nos quisiéramos nosotros un poco más? Amar desde el amor a uno mismo.

Me encuentro con este poema de Chantal Maillard con el que me mudo a la reflexión de todo esto que acabo de escribir:

Y si te quiero abierto
como el centro imposible de un mundo transparente,
si te quiero imposible, más allá de mis brazos
o la aurora que extiende un sueño en las tinieblas,
más abierto que el viento, más leve y más amante,
será porque mañana nos quisiera infinitos,
unidos como nieve a punto de ser agua.
Y es por eso que dejo resonar la memoria,
todas esas palabras de hilo que se enredan
en tu boca o la mía.


Y te deseo mucho amor y feliz semana!
Ventu

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