Querida
Iolanda,
Dice la
periodista e investigadora belga Christine De Naeyer que fotografiar es apropiarse
de lo fotografiado, el pretexto para un viaje interior, una trayectoria que el
espectador, verdadero actor de la imagen, tendrá que vivir. Corría el
otro día y observaba. Uno de esos días en los que tengo la sensación de ver por
un objetivo. El movimiento circular y la inercia mueven el pensamiento en
círculos concéntricos, como una centrifugadora química que mediante un
movimiento rápido y circular extrae los elementos y los diferencia. Reflexionar
en movimiento tiene un poco de eso. Yo corro en círculos. Recuerdo el baile de
los derviches giróvagos que conectan con la divinidad a través de girar y
girar. Observo y reparo en detalles de la gente que encuentro a mi paso. El
hombre sentado en un banco a observar se convierte sin saberlo en observado. No
sé nada de él. Él no sabe nada de mi. ¿Quiénes somos el uno para el otro? ¿ver
a ese hombre ahora qué me dice de mi, de cómo observo?
El olor
de aquella chica con la que me cruzo en direcciones opuestas pero siempre en el
mismo lugar trae también una imagen clara, nítida, de otra persona. Olores
descontextualizados, fuera de lugar. Sentidos que se comunican, que rompen las
reglas del espacio/tiempo. Puentes evocadores de conexión con la percepción del
mundo. Alguien me hizo reparar en el tiempo que empleamos decidiendo qué
fragancia escoger en el gel de baño, con qué sabores llenar la nevera, y el
poco tiempo que somos conscientes de esos mismos sabores y fragancias, el
escaso tiempo que les dedicamos. Un olor puede traer una imagen de otro cuerpo,
lejano en lo físico y en el tiempo, y sin embargo tan real como si permaneciera
delante. (Re)vivimos en los sentidos. Pienso en cosas así cuando corro. Correr
es conectar con el cuerpo y los sentidos, y desde aquí hago una invitación a
percibirnos poniéndonos más intención, centrifugando las sensaciones para
vernos mejor y entender el alcance de las emociones.
Roland
Barthes habla de un concepto muy interesante: el punctum. Escribía
en su libro “La Cámara Lúcida” : (La fotografía) (…) arrastra al
espectador fuera de su marco… el punctum es entonces una especie de sutil
más-allá-del-campo, como si la imagen lanzase el deseo más allá de lo que ella
misma muestra.
Me
sirven las palabras de Barthes sobre la fotografía para mi proyecto de
fotografía y desarrollo. Trabajo en esto últimamente como sabes. Pararse a
reflexionar sobre nuestro encuadre, sobre los marcos que ponemos a nuestra
realidad, el marco con el que encerramos el pensamiento. El punctum es el
pinchazo, lo que se agarra al estómago, lo que oprime el cuello, lo que nos
emociona. El pucntum es lo que nos saca de nuestro marco, lo que nos lleva más
allá de nosotros, a lo desconocido, a lo no reconocido. La ciencia
imposible del ser único, añadía Barthes. Me parece interesante la
relación que tiene cada uno y cada una con su propia manera de percibirse, de
relacionarse con sus emociones.
Hace
algunos kilómetros hablábamos ya de la capacidad de emocionarse. Me viene a la
cabeza mi canción preferida de Lluis Llach, La tendresa.
Ah!, si no fos per la
tendresa
que espera… la tendresa que exalta… la tendresa que estima
quan fa por la solitud (*)
que espera… la tendresa que exalta… la tendresa que estima
quan fa por la solitud (*)
Ah! Si no fuera por la
ternura
que espera…la ternura que exalta
la ternura que quiere
que espera…la ternura que exalta
la ternura que quiere
Cuando
da miedo la soledad.
Hay que
reivindicar la ternura. Establecemos una correspondencia entre nuestros
estímulos sensoriales y la estructura visible del mundo, como decía Marzal.
Desde la ternura, en la ternura, aprendemos a ver los acontecimientos desde
otro prisma. Esa correspondencia nos da un resultado muy diferente si nos
relacionamos desde ahí.
En unos
días saldrá un texto que me pidió un amigo para su proyecto “Los versos más míos” donde
diferentes escritores hablan de poemas que han hecho suyos. Yo escribí sobre un
poema de la uruguaya Ida Vitale con la que me une una pequeña anécdota personal
curiosa que no desvelo ahora ya que lo hago en el texto. Ida Vitale practica la
ternura en lo que escribe. A eso iba. Descubrí este poema que te pongo a
continuación el 2009 y me pareció de una ternura gigantesca.
Fíjate con qué ternura se puede tratar el dolor y la esperanza.
Fíjate con qué ternura se puede tratar el dolor y la esperanza.
Primero te retraes,
te agostas,
pierdes alma en lo seco,
en lo que no comprendes,
intentas llegar al agua de la vida,
alumbrar una membrana mínima,
una hoja pequeña.
te agostas,
pierdes alma en lo seco,
en lo que no comprendes,
intentas llegar al agua de la vida,
alumbrar una membrana mínima,
una hoja pequeña.
No soñar flores.
El aire te sofoca.
Sientes la arena
reinar en la mañana,
morir lo verde,
subir árido oro.
El aire te sofoca.
Sientes la arena
reinar en la mañana,
morir lo verde,
subir árido oro.
Pero aún sin ella saberlo,
desde algún borde
una voz compadece, te moja
breve, dichosamente,
desde algún borde
una voz compadece, te moja
breve, dichosamente,
como cuando rozas
una rama de pino baja
ya concluida la lluvia.
una rama de pino baja
ya concluida la lluvia.
Entonces
contra lo sordo
te levantas en música,
contra lo árido, manas.
contra lo sordo
te levantas en música,
contra lo árido, manas.
(De Procura de lo imposible, 1998)
Con Ida
Vitale me despido desde esta cama que acoge mi resfriado. Ha sido una semana un
poco estresante y eso provoca que mi cuerpo, cansado, baje las defensas,
momento que el resfriado aprovecha para su pequeña victoria. Tendrás que
aconsejarme sobre cómo entrenar con frío. Espero tus recomendaciones.
Un abrazo enorme.
Ventu
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