jueves, 6 de noviembre de 2014

BAJO LOS PIES: CARTA 25. Km 24. “punctum y ternura”

Querida Iolanda,
Dice la periodista e investigadora belga Christine De Naeyer que fotografiar es apropiarse de lo fotografiado, el pretexto para un viaje interior, una trayectoria que el espectador, verdadero actor de la imagen, tendrá que vivir. Corría el otro día y observaba. Uno de esos días en los que tengo la sensación de ver por un objetivo. El movimiento circular y la inercia mueven el pensamiento en círculos concéntricos, como una centrifugadora química que mediante un movimiento rápido y circular extrae los elementos y los diferencia. Reflexionar en movimiento tiene un poco de eso. Yo corro en círculos. Recuerdo el baile de los derviches giróvagos que conectan con la divinidad a través de girar y girar. Observo y reparo en detalles de la gente que encuentro a mi paso. El hombre sentado en un banco a observar se convierte sin saberlo en observado. No sé nada de él. Él no sabe nada de mi. ¿Quiénes somos el uno para el otro? ¿ver a ese hombre ahora qué me dice de mi, de cómo observo?

El olor de aquella chica con la que me cruzo en direcciones opuestas pero siempre en el mismo lugar trae también una imagen clara, nítida, de otra persona. Olores descontextualizados, fuera de lugar. Sentidos que se comunican, que rompen las reglas del espacio/tiempo. Puentes evocadores de conexión con la percepción del mundo. Alguien me hizo reparar en el tiempo que empleamos decidiendo qué fragancia escoger en el gel de baño, con qué sabores llenar la nevera, y el poco tiempo que somos conscientes de esos mismos sabores y fragancias, el escaso tiempo que les dedicamos. Un olor puede traer una imagen de otro cuerpo, lejano en lo físico y en el tiempo, y sin embargo tan real como si permaneciera delante. (Re)vivimos en los sentidos. Pienso en cosas así cuando corro. Correr es conectar con el cuerpo y los sentidos, y desde aquí hago una invitación a percibirnos poniéndonos más intención, centrifugando las sensaciones para vernos mejor y entender el alcance de las emociones.
Roland Barthes habla de un concepto muy interesante: el punctum. Escribía en su libro “La Cámara Lúcida” : (La fotografía) (…) arrastra al espectador fuera de su marco… el punctum es entonces una especie de sutil más-allá-del-campo, como si la imagen lanzase el deseo más allá de lo que ella misma muestra.
Me sirven las palabras de Barthes sobre la fotografía para mi proyecto de fotografía y desarrollo. Trabajo en esto últimamente como sabes. Pararse a reflexionar sobre nuestro encuadre, sobre los marcos que ponemos a nuestra realidad, el marco con el que encerramos el pensamiento. El punctum es el pinchazo, lo que se agarra al estómago, lo que oprime el cuello, lo que nos emociona. El pucntum es lo que nos saca de nuestro marco, lo que nos lleva más allá de nosotros, a lo desconocido, a lo no reconocido. La ciencia imposible del ser único, añadía Barthes. Me parece interesante la relación que tiene cada uno y cada una con su propia manera de percibirse, de relacionarse con sus emociones.


Hace algunos kilómetros hablábamos ya de la capacidad de emocionarse. Me viene a la cabeza mi canción preferida de Lluis Llach, La tendresa.
Ah!, si no fos per la tendresa
que espera…
la tendresaque exalta…la tendresaque estima
quan fa por la solitud (*)
Ah! Si no fuera por la ternura
que espera…la ternura que exalta
la ternura que quiere
Cuando da miedo la soledad.
Hay que reivindicar la ternura. Establecemos una correspondencia entre nuestros estímulos sensoriales y la estructura visible del mundo, como decía Marzal. Desde la ternura, en la ternura, aprendemos a ver los acontecimientos desde otro prisma. Esa correspondencia nos da un resultado muy diferente si nos relacionamos desde ahí.

En unos días saldrá un texto que me pidió un amigo para su proyecto “Los versos más míos” donde diferentes escritores hablan de poemas que han hecho suyos. Yo escribí sobre un poema de la uruguaya Ida Vitale con la que me une una pequeña anécdota personal curiosa que no desvelo ahora ya que lo hago en el texto. Ida Vitale practica la ternura en lo que escribe. A eso iba. Descubrí este poema que te pongo a continuación el 2009 y me pareció de una ternura gigantesca.

Fíjate con qué ternura se puede tratar el dolor y la esperanza.
Primero te retraes,
te agostas,
pierdes alma en lo seco,
en lo que no comprendes,
intentas llegar al agua de la vida,
alumbrar una membrana mínima,
una hoja pequeña.
No soñar flores.

El aire te sofoca.
Sientes la arena
reinar en la mañana,
morir lo verde,
subir árido oro.
Pero aún sin ella saberlo,
desde algún borde
una voz compadece, te moja
breve, dichosamente,
como cuando rozas
una rama de pino baja
ya concluida la lluvia.
Entonces
contra lo sordo
te levantas en música,
contra lo árido, manas.
(De Procura de lo imposible, 1998)
Con Ida Vitale me despido desde esta cama que acoge mi resfriado. Ha sido una semana un poco estresante y eso provoca que mi cuerpo, cansado, baje las defensas, momento que el resfriado aprovecha para su pequeña victoria. Tendrás que aconsejarme sobre cómo entrenar con frío. Espero tus recomendaciones.

Un abrazo enorme.

Ventu

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