Una persona usualmente
se convierte en aquello que cree que es. Si yo sigo diciéndome a mí mismo que
no puedo hacer algo, es posible que yo termine siendo incapaz de hacerlo. Por
el contrario si yo tengo la creencia que sí puedo hacerlo, con seguridad yo
adquiriré la capacidad de realizarlo aunque no la haya tenido al principio.
Gandhi
Soy una persona muy normal. Mujer, 38 años, profesora,
psicopedagoga y logopeda. Apasionada de los retos, el aprendizaje, el deporte y
la superación personal y grupal. Siempre he tenido la necesidad de crecer en
todos los ámbitos de mi persona y esto me ha llevado a estar abierta a muchas
experiencias que me han hecho disfrutar y aprender.
Pienso que la vida es mucho más de lo que sucede a nuestro
alrededor; yo la defino como todo aquello que estamos dispuestos a vivir. La
vida consiste en intentar ser cada día un poco mejor. Necesitamos salir de la
inercia en la que en ocasiones nos instalamos que nos obliga a vivir como si
estuviésemos de paso y coger las riendas para dirigirnos allí donde queremos
llegar.
Siempre he intentado superarme, ser constante; una
constancia que me ha llevado a caminar en la dirección que quería tomar sin
rendirme fácilmente. He intentado tener el compromiso y la valentía para
comprometerme con causas que necesitaban una implicación personal elevada, que
me obligaban a dejar de “decir” para empezar a “hacer”, pasar a la acción.
Con 17 años viajé por primera vez a África para colaborar
con una ONG y vivir con los niños y jóvenes de la calle de Costa de Marfil. En
casa no estaban de acuerdo con que hiciese esta experiencia tan joven pero
conseguí reunir el dinero que me costaba el pasaje y convencerlos para que
firmaran la autorización que me permitía salir del país siendo menor de edad.
No fue una experiencia fácil, por lo que vi y viví. La pobreza golpeaba mis
ojos diariamente. Los niños y jóvenes con los que compartía mis horas me
enseñaron lo cruel que puede ser tener hambre y no poder acceder a una
educación digna.
En un segundo
viaje al mismo país, después de poco más de un mes de estar trabajando dando
clases a niñas y jóvenes trabajadoras, sufrí un fuerte paludismo que me llevó a
vivir unas de las experiencias más duras de mi vida. Esta enfermedad, que mata
a millones de personas cada año, golpeó mi hígado y especialmente mi confianza.
Este revés me hizo pensar que todos mis esfuerzos para preparar este segundo
viaje, todas las ganas de ayudar no habían valido la pena y que no habían
servido para nada. Estuve ingresada más de una semana en un sencillo hospital
donde sufrí de dolor y temor, ¡ hasta me llegaron a dar la Extrema Unción! Pero
el paludismo no pudo conmigo y me ayudó a aprender que las cosas no siempre son
fáciles pero que no por eso debemos tirar la toalla o abandonar ante las
dificultades.
Posteriormente volví
a África para demostrarme a mi misma que una mala experiencia no podía llenarme
de miedo para siempre. Muchos pensaban que estaba realizando una imprudencia
por regresar a un lugar que tanto me había hecho sufrir y que había hecho
sufrir a los míos pero yo sabía que no lo era. Aquel viaje me llenó de energía
y me permitió devolver el cariño y la ayuda que yo había recibido cuando lo
había necesitado. Me hizo saldar una deuda conmigo misma.
En años posteriores pude conocer otras duras realidades en
otros países como en Perú y la India, que me confirmaron la obligación de dar
gracias por todo lo que tengo, a valorar los pequeños detalles, a vivir el aquí
y el ahora. Estos viajes al extranjero los combinaba con el voluntariado en
barrios marginales de la ciudad de Barcelona, experiencias todas ellas de
entrega y dedicación que me mostraron la dureza de la vida para muchas personas
cercanas a mi por distancia y me demostraron que la fuerza humana mueve
montañas. Sin duda recibí más de lo que pude aportar.
Después de estas experiencias sentía la necesidad de iniciar
una batalla valiente y solidaria contra una enfermedad, el cáncer, una
enfermedad cruel que me había robado a seres cercanos y que sigue maltratando a
millones de personas en todo el mundo. Me alié con Josef Ajram, un conocido
Daytraider y Ultraman que no conocía y al que “reté” para que me ayudara a
convertirme en maratoniana y recoger fondos para la asociación AFANOC,
asociación que ayuda a niños y jóvenes que padecen cáncer. Josef aceptó mi reto
de inmediato, aliándose a mi sueño y al de cientos de personas que estuvieron a
nuestro lado y nos ayudaron.
Este proyecto me exigió ponerme a entrenar para conseguir
un gran objetivo deportivo- solidario. Debería correr 42 km para demostrar que
con esfuerzo y dedicación todo es posible. Entrenaba
diariamente antes de ir a trabajar. Cada día el despertador sonaba a las 5.45h
de la mañana avisándome que había llegado el momento de ponerse en marcha y
trabajar por mi propósito: llegar a correr, en poco más de cuatro meses, la
maratón de mi ciudad. El mal tiempo, el cansancio, las obligaciones diarias…no
consiguieron pararme. También dedicamos mucho tiempo en hacer publicidad del
evento: creamos un blog que fue consiguiendo muchos seguidores y vendimos un buff para recaudar fondos.
Teníamos una necesidad inmensa de ayudar a los niños y jóvenes que estaban
obligados a recibir duros tratamientos
durante largos meses. Todo aquel trabajo nos llevó a recoger 4889 euros para”
la Casa dels Xuklis”; un casa que acoge a los niños enfermos y a sus familias
cuando deben estar bajo tratamiento en
el hospital durante un periodo largo de tiempo, una casa preciosa donde a nadie
le gustaría vivir.
Todos aquellos meses se convirtieron en un camino, en
ocasiones duro, pero en muchas otras mágico y muy enriquecedor. El proyecto me
permitió aprender a conocerme mejor: a romper muros que yo misma había
construido y que me limitaban, a conocer
personas maravillosas, a vivir experiencias difíciles de explicar; a
descubrir que lo que antes parecía la meta se había convertido en el punto de
salida hacia nuevos sueños. Aprendí a creer que querer es poder.
Después de este primer reto vino un segundo. Este
consistía, de nuevo al lado de Josef Ajram, en convertirme en Triatleta
Olímpica (esta prueba consiste en nadar 1500m, recorrer 40km en bici y acabar
corriendo 10km) y recoger fondos para la
asociación Fundación Josep Carreras para ayudar a los enfermos de Leucemia,
consiguiendo que gracias a la investigación todos los casos lleguen a ser
curables. Volví a comprometerme por una gran causa. Esta vez los madrugadores
entrenamientos me llevaban a la fría piscina, al sillín de la bicicleta y al duro
asfalto, pero la ilusión y el motivo activaron dentro de mi una fuerza que me
llevó a no abandonar ningún entrenamiento.
Después de estos dos grandes proyectos apareció un
tercero, teniendo la oportunidad de
recoger y transmitir toda mi experiencia y todo lo aprendido en un libro, Femenino Sin Límites, mucho más que una
maratón (Ed. Plataforma). Un libro escrito por una persona muy normal que pretende
convertirse en un motor de motivación hacia la lectura de un aprendizaje. Su descubrimiento
pretende ser mucho más que el conocimiento de un proyecto con una distancia
concreta, 42km 195m. Quiere incentivar la
reflexión sobre la importancia que tiene en la vida aprender a establecerse
desafíos para disfrutarla y vivirla con intensidad y coraje. El libro recoge
especialmente pistas y consejos que ayudarán al lector a saber qué y cómo hacer
para llegar a aquello que desea en los diferentes ámbitos de la vida. No es un
libro sólo para deportistas, es un libro para toda aquella persona que tenga
ilusión o un proyecto ya que conseguirá el impulso que necesita para dar el
primer paso hacia su meta. Un libro para
aquellas personas que se atreven a soñar.
La lectura de Femenino sin Límites constata la
importancia de aprender a superar nuestros miedos, compañeros de viaje que
pretenden anular nuestras ilusiones, minar nuestros sueños, ser el muro que nos
impide pensar que es posible; anima a
que cada persona descubra la capacidad que ya posee para conseguir lo que desea.
Alienta a superar todos aquellos obstáculos que van apareciendo en el camino.
El texto anima al lector a formularse una pregunta: ¿Por
qué no intentarlo? ¿Por qué no elegir qué nos hace sentir vivos, qué nos motiva
y nos impulsa hacia nuestro objetivo? Estoy convencida que cualquier persona
puede conseguir lo que se proponga con dedicación y constancia, porque si es
capaz de soñarlo es capaz de hacerlo.
Pero…¿Por dónde empezar? Muchas veces este momento es el
más difícil. La mejor manera de hacerlo es trazar una hoja de ruta que nos ayude
a ponernos a andar. Iniciar un camino que permita un progreso sistémico que
envuelva nuestra vida personal y
profesional consiguiendo un equilibrio entre todas ellas.
Para conseguir cosas diferentes hay que hacer cosas
distintas. ¿Qué actitudes nos ayudarán a hacerlo? El esfuerzo, la ilusión, la
perseverancia. La mezcla de realismo, esfuerzo e ilusión nos acerca a la
felicidad y esta no es un sentimiento es una decisión.
El camino no siempre será fácil, para mí no lo fue. En
ocasiones se convierte en una travesía
llena de obstáculos que parecen insuperables, todo parece estar cuesta
arriba. Los astros parece que se conjuren en
nuestra contra. En mi caso apareció el
cansancio, los comentarios de personas que me transmitían que no lo
conseguiría, la falta de implicación de muchas empresas y sponsors que nos
negaron su ayuda, los miedos a no poder asumir todos aquellos kilómetros…¿Qué
hacer cuando esto sucede? Yo opté por no tirar la toalla. Acogí estos
pensamientos y dudas, los comentarios tóxicos, acepté los malos momentos y
aprendí de ellos. Me llené de confianza y entrené mucho más duró, envié más
e-mails para conseguir ayuda y difusión, demostré a todos los incrédulos que no
iba a dejar de intentarlo pero especialmente me repetí una y otra vez que podía
hacerlo, que debía confiar en mí. Me rodeé de personas que me ayudaban a sumar,
a creer, a pensar que podía.
Un reto, un objetivo, un sueño…¡llámalo como quieras! Es
aquello que te llena de energía y de pasión, que te lleva a buscar el punto de
presión que te hace levantarte de la silla para ponerte en movimiento, es la
ilusión que aparece en tu mente cada mañana y que te da las buenas noches cada
día, es el motor que te hace no parar. Un reto es aquel proyecto que quieres
compartir con todo el mundo, que todo lo que piensas o haces te acerca un poco
más a él, que te hace demostrar lo mejor que tienes dentro. ¿Cómo negarse este
gran regalo?
Con el paso de los meses me convertí en una verdadera
“corredora de fondo” disfrutando al
máximo del trayecto, de cada minuto y también de cada km. De esta forma la vida
se transforma en una aventura única e irrepetible convirtiéndonos en los
máximos protagonistas.
Los hábitos
adquiridos y reflexionados durante todo aquel tiempo se han convertido en los
ejes que me sustentan y me permiten vivir en equilibrio sin dejar de aprender y
evaluar todo lo que hago. Sigo levantándome cada día a las 5.45h para continuar
preparándome para nuevos propósitos. ¡Cuánta vida sientes cuando te vives así!
El secreto del éxito se encuentra en el trabajo diario. Buscar
el equilibrio entre lo que somos, sentimos y aspiramos para sentirnos cada vez
más comprometidos y seguros de nosotros mismos.
En la vida existen dos tipos de personas: aquellas que
esperan sentadas a que todo suceda, que creen que el “destino” es el
responsable de establecer qué deben hacer y qué se merecen; y un segundo grupo
que se forma con los que no esperan, los que se convierten en actores
principales de una película de la que no conocen el final pero de la que
deciden escribir cada secuencia.
Sé que también la suerte puede incorporar su porcentaje
en este proceso pero éste pasa a ser muy pequeño delante de todo lo que nosotros
gobernamos. Nosotros decidimos el qué, el cómo y el cuándo.
Yo elijo ser parte de este segundo grupo. ¿Y tú? A veces
cuando corro, un momento del día que se ha convertido en una oportunidad íntima
de “terapia personal” en el que reordeno
mis ideas, tomo decisiones, valoro las experiencias…pienso que hay mucha gente que
vive a medias por culpa del miedo …y a todos ellos les haría una única
pregunta…
Si no tuvieras miedo, ¿Qué serías capaz de hacer?
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