jueves, 5 de mayo de 2016

Post del Viernes: La FUERZA de un gesto

Me apasiona el ser humano, su fuerza y entereza, especialmente en los momentos que la vida  se pone cuesta arriba. 
Hoy quiero hablar de unas personas lejanas a mi, pero que me impactaron por la fuerza de sus acciones. Coincidí con ellos algunos días, en mis runnings matutinos en Fuerteventura y aunque la imagen podía haberse convertido en habitual  y cotidiana, cuando vuelve a mi mente, me sigue produciendo escalofríos.

Me gusta rodearme siempre de personas fuertes, que no se atemorizan delante de los  obstáculos, que tienen la capacidad de doblarse de dolor pero al poco tiempo levantarse para seguir hacia delante. Las admiro porque me demuestran que posicionarse así ante la vida es la única forma de vivir honestamente. Tengo la suerte de conocer a muchas de ellas y tengo la suerte de vivir con una de ellas. Me enriquezco diariamente con su fuerza y pasión por la vida, cosa que me energiza y me enseña a ser mejor cada día.

Pero hoy quería hablar de una pareja compuesta por un hombre y una mujer. La verdad es que no puedo escribir sus nombres ya que los desconozco. A la mujer la  podría describir como una mujer de unos 60 años, tez morena, de cuerpo pequeño pero robusto y erguido, siempre mirada al frente, nunca al suelo. Cada vez que me encontraba con ella, un hombre de la misma edad pero con cuerpo laxo, castigado y torpe le seguía. En él se apreciaba el paso del tiempo mucho más que en ella y la dureza de una enfermedad que le imposibilitaba mover un brazo y arrastrar una pierna. Ella siempre caminaba unos pasos por delante, en silencio. Le cogía de la mano y tiraba de él con fuerza pero con desmesurada delicadeza. Él le perseguía teniendo que hacer un gran esfuerzo para avanzar. Así caminaban por la carretera, paso a paso, para ir superando una cuesta que parecía que no tenía fin. Cuando llegaban al final de ella daban la vuelta y regresaban por donde habían venido. Ella en estos instantes sonreía, respiraba profundamente, le secaba el sudor a él con un blanco pañuelo y volvían a ponerse en marcha. La mitad de su reto ya estaba conseguido...

Yo les podía ver desde muy lejos pero mi ritmo rápido y constante me permitía acercarme a ellos y sentir sus pasos y respiración entrecortada. Cuando llegaba hasta su altura, instintivamente,  miraba al suelo con cierta vergüenza.
El último día de mi estancia en la isla me atreví a saludarles. La mujer me sonrío sólo unos segundos, sin dejar de mirar al frente. Supongo que no quería descuidar su objetivo matinal. Nunca escuché una queja hacia él, ni un: -vamos camina tú solo o más deprisa.

En mi entrenamiento de hoy he pensado de nuevo en ellos. Un ser apoyando a otro,  incondicionalmente, hasta el final. Esta es la fuerza del ser humano y yo quiero aprender siempre de ella. Que nunca perdamos el coraje para querer seguir avanzando!

Muy buen fin de semana a tod@s!

"No harás nunca nada en este mundo sin coraje. Es la mayor cualidad mental junto al honor."
Aristóleles

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