jueves, 22 de abril de 2021

Post del Viernes: ¿Es posible aprender de uno mismo?

A los 17 años decidí viajar hasta Costa de Marfil como voluntaria para ayudar a los niños y jóvenes que vivían en la calle. Durante aquel año aprendí francés de forma autodidacta, trabajaba en lo que podía para poderme pagar el billete de avión. Encontré la preocupación de mis padres que consideraban que era extremadamente joven para vivir una experiencia de esta envergadura y ahora, después de tantos años, pienso que quizás tenían razón. Pensé que iba a ayudar a toda aquella gente y descubrí todo lo que aún tenía que aprender de mí misma y de la vida. 

Recuerdo como si fuera hoy mismo el impacto que me provocó pasear por una calle sin asfaltar, con cientos de niños que me miraban a los ojos con temor por el color de mi piel. Recuerdo la basura que pisaba, el olor a agua putrefacta, el pescado y la carne que, en una parada al lado de la carretera, era vendido sin seguir ninguna norma sanitaria. Recuerdo mis vómitos en la habitación, mi temblor de piernas y mi temor a enfrentarme a aquella realidad yo sola. Recuerdo también todo lo que quería hacer para salvar a aquella gente y ahora me doy cuenta de lo mucho que me salvaron a mí y de que pude aprender de mi misma: de mi entereza, de mi capacidad de trabajo, de mis ganas por aprender, de colaborar para mejorar la vida de los demás y combatir las situaciones de injusticia.

Después decidí estudiar diferentes carreras universitarias relacionadas con la educación y la psicología para ayudar a mucha gente y tras más de 25 años dedicándome a ello me doy cuenta de cuanto he podido aprender de mis alumnos y de la gente que contacta conmigo para que le acompañe a partir de una intervención  psicológica, normalmente, en un momento complicado de sus vidas. Después de estos años de dedicación absoluta y de trabajo incansable me he dado cuenta de que la fuerza que podemos transmitir a los demás sale de uno mismo y que si esta se agota, también se agota la alegría y hasta la pasión.

Desde muy joven practico deporte. Durante muchos años jugaba a baloncesto  hasta que los estudios eran incompatibles con los entrenamientos y los desplazamientos con el equipo. Decidí optar por mis estudios universitarios y substituí la pelota por unas zapatillas para correr. Estas me han permitido conocer muchos países y participar en diferentes proyectos solidarios que pretendían recoger dinero para los niños y jóvenes que padecen cáncer. Pensé que así les ayudaría y facilitaría la vida a sus familias y me volví a equivocar. Mi ayuda fue ridícula comparada con todo lo que aprendí al conocer las historias que había detrás de aquellos pequeños pacientes, por tener que mirar a los ojos a algunos de mis miedos, por sentir la extenuación en mi cuerpo, por pensar que algunos de aquellos retos me superaban física y psicológicamente, por descubrir que solo los procesos de quimioterapia y la investigación podían salvar la vida de aquellos pequeños valientes.

Y después de todas estas experiencias he descubierto de que si no somos capaces de aprender de nosotros mismos, desde el respeto, el autoconocimiento y la compasión nada tiene sentido ni nada podemos hacer por los demás. La respuesta está tan cerca de cada uno que perdemos el tiempo buscando fuera, un esfuerzo inútil y demoledor para nuestras ilusiones y retos. Quizás la clave esté en poder aprender con los demás a través de lo que somos, de lo que pensamos o hacemos, de lo que somos capaces de ver, de expresar, de innovar con pasión y a veces, aunque otros no lo crean, con mucho, mucho sacrificio.

 Hace unos días leía una frase que me gustó mucho:" A una persona normal el error le sirve para aprender, a una persona excepcional para no repetirlo" una gran afirmación para entender que nadie puede aprender por y con nosotros, solo nosotros mismos.

Sigamos mirando siempre hacia delante, pero no nos olvidemos de hacerlo antes hacia muy adentro.

¡Buen fin de semana para tod@s!



No hay comentarios:

Publicar un comentario