Paro, lo necesito, no por tristeza ni por preocupación sino por cansancio, más bien por extenuación. Dedicar tiempo a detenerse, gran opción. El fin de año me permite distanciarme de todo, de todos y sobre todo de mí misma. Los últimos días del año llevan a una evaluación casi obligatoria. Nuevos objetivos obligatorios a escribir en una larga lista. Pienso en ello y creo que no lo estoy enfocando bien, nada bien. Me esfuerzo a escribir objetivos concretos pero no me salen desde dentro. Me veo delante de una hoja en blanco y no fluye. Esta vez no funciona, me digo a mi misma. Me preocupo y hasta sudo.
No quiero agobiarme, quizás debo cambiar la forma de realizarlo. Mi mente se relaja algo y mi cuerpo se distensiona. Me vienen a la mente algunas ideas, empiezan a llamar a la puerta de mi imaginación algunos propósitos pero muchos de ellos ya los conozco, son los mismos de los últimos años. Van vestidos igual, sé cómo huelen, cómo se hacen grandes y qué tendré que hacer exactamente para conseguirlos y dominarlos. Los miro, los observo y al analizarlos aparece un sensación de aburrimiento, aparece un rechazo que va cubriendo mi cuerpo, no me motivan.
No quiero agobiarme, quizás debo cambiar la forma de realizarlo. Mi mente se relaja algo y mi cuerpo se distensiona. Me vienen a la mente algunas ideas, empiezan a llamar a la puerta de mi imaginación algunos propósitos pero muchos de ellos ya los conozco, son los mismos de los últimos años. Van vestidos igual, sé cómo huelen, cómo se hacen grandes y qué tendré que hacer exactamente para conseguirlos y dominarlos. Los miro, los observo y al analizarlos aparece un sensación de aburrimiento, aparece un rechazo que va cubriendo mi cuerpo, no me motivan.
Error, algo pasa. Alarma. ¿Si no tengo objetivos es que no tengo sueños? Me asusto. Yo, una persona con ganas continuas de avanzar y de aprender agobiada por los objetivos. Sigo pensando, voy a dar un paseo.
Después de caminar me siento en un banco donde me da el sol en la cara. ¿Cuánto hacía que no estaba sola sin hacer nada? Intento dejar la mente en blanco. La brisa toca mis mejillas y el sol empieza a hacer su función. Me siento más serena, más yo. Sigo pensando en los objetivos.
Después de caminar me siento en un banco donde me da el sol en la cara. ¿Cuánto hacía que no estaba sola sin hacer nada? Intento dejar la mente en blanco. La brisa toca mis mejillas y el sol empieza a hacer su función. Me siento más serena, más yo. Sigo pensando en los objetivos.
¿Y si no necesito establecerme objetivos? Después de una breve evaluación me doy cuenta que lo que me agobia es la obligación de escribir de forma rutinaria objetivos personales, profesionales y deportivos. Error si lo hago con este sentimiento ya que no me los haré míos, los haré por compromiso y perderán todo su sentido.
Me empiezo a sentir diferente. Estoy en un nuevo punto de salida. Vuelvo a caminar y sé que sólo podemos ir allí desde aquí, este es el único punto de partida. Así que cierro los ojos y dejo que salga de dentro de mi todo aquello que me hace feliz, que me gusta, que me hace disfrutar, para recordarlo y volver a sentir sin cargas.
Empiezo a ver la luz, a relajarme, a sentirme más libre mentalmente cuando tomo conciencia de lo que realmente me pasa. Me libero de obligaciones que yo misma me impongo, de tener que hacer lo que los demás esperan de mi. Me siento que llegan a mi mente pensamientos sin esfuerzo, parece que todo empieza a adquirir significado, empiezo a emocionarme. Aparecen propósitos que se vuelven transparentes, pierdo el miedo y pasa a gobernar dentro de mi la alegría. Me doy cuenta que no toca calibrar las respuestas sino las preguntas. ¿Qué me hace feliz? ¿Qué quiero aprender? ¿Qué me gustaría conseguir? ¿Qué quiero hacer con mi tiempo y mis fuerzas? Todo cambia con el tiempo y estoy preparada porque lo veo desde la calma, desde la no obligación.
Tacho los primeros objetivos escritos. Después de tacharlos arrugo la hoja y la tiro. Me siento bien al hacerlo. Empiezo una nueva lista y me salen nuevos deseos, menos concretos, más amplios y muy diferentes. Algo dentro de mi se entristece porque dejaré de hacer algunas de las cosas que en los últimos años me han regalado muy buenos momentos pero me doy cuenta que lo más importante no son los acontecimientos de la vida sino cómo se eligen y se reaccionan ante ellos. Haciéndolo podemos determinar que sus efectos sean positivos o negativos experimentándolos como oportunidades y no como fuentes de tensión o imposición.
Me pongo a escribir ilusionada, con muchas ganas. Las palabras fluyen en el papel. Aparecen nuevas ideas en mi mente que me llevarán a buscar nuevos caminos y experiencias ¿Y por qué no probarlo? Me digo a mi misma. Tengo ganas de compartirlos. Para que algo ocurra se necesita motivación y parece que vuelvo a tenerla . Quiero ponerlo en práctica a nivel personal, profesional y deportivo, hasta aparece una cierta impaciencia. Pienso en mi, en la relación con los míos, en mi profesión, en el deporte...y veo lo mucho que tengo que aprender sin repetir lo que ya he hecho, volver a salir de la zona de confort. Mi lista se convierte en una lista no de propósitos sino de grandes sueños que me acercarán a VIVIR, a nada más. Quiero intentarlo...empieza el camino...
He experimentado la misma sensación ¿no tener proyectos? Aterra el pensar que me ne cansado de vivir pero como bien comentas, si nos fijamos retos menos concretos siendo sinceras con nosotras mismas, vuelven a aparecer las ganar de compartir, las ganas de vivir.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por la reflexión. Erika
Gracias Erika por tu lectura y comentario! a seguir disfrutando de los sueños. un abrazo
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